
A riesgo de recibir alguna crítica por escaparme ligeramente del propósito original de Música para criaturas despiertas -reseñar la actividad de agrupaciones y músicos de música infantil y familiar en activo– la omnipresencia y vigencia de María Elena Walsh en las recreaciones musicales actuales es tal, que creo absolutamente necesario dedicarle, al menos, un discreto espacio que haga alusión a su inmensa labor.
Muchos de los músicos de habla hispana reseñados o no en esta web (Pim Pau, Aymama, Los Musiqueros, Naranja Dulce, Sari Cucien, Las Magdalenas, Conjunto Pro música de Rosario, Julia Zenko, Anda Calabaza, Rosa León, Vuelta Canela, Ruidos y Ruiditos, Jairo, Gertrudis y Perravaca, Liu Ba y muchos más) han adaptado y continúan versionando sus canciones. Su repercusión alcanza, a día de hoy, todo el continente latinoamericano y España. La música, pero sobre todo, la poesía y literatura de María Elena Walsh son de una genialidad y creatividad difíciles de superar, lo que hace que muchos decidan incorporar sus canciones como parte del repertorio indispensable de la agrupación.
Nacida en la provincia de Buenos Aires en 1930 en el seno de una familia de ascendencia criolla (inglesa, irlandesa, andaluza y vernácula) Maria Elena Walsh se vio atraída, desde muy pronta edad, por las letras. Pasó su infancia envuelta de discos de jazz y tango, programas radiales y las primeras grandes obras del cine sonoro. Sin duda, todos grandes estímulos que se conjugaron con una educación básica bastante estricta.
Comenzó a publicar sus poemas a la edad de 14 años en diarios y revistas literarias muy representativas del ámbito cultural argentino como Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges y Sur, de Victoria Ocampo. Sus poemas llamaron la atención de Pablo Neruda y de Juan Ramón Jiménez. Fue precisamente gracias a Juan Ramón Jiménez que pudo pasar una estancia de formación y transformación en Estados Unidos que tuvo una importancia decisiva en su carrera.
El contacto con la folklorista Leda Valladares significó para María Elena Walsh un gran impulso para su carrera, el inicio de su trascendental andadura por Europa y, especialmente la integración de la música como parte de su expresión artística. El dúo artístico de Leda y María cantaba canciones folklóricas de tradición oral de la región andina de la Argentina (vidalas, bagualas, carnavaltos…).
En Francia grabaron los álbumes Chants d’Argentine (1954) y Sous le ciel de l’Argentine, incluyendo también canciones de autor como Atahualpa Yupanqui. Ya de regreso a Buenos Aires, hacia 1956, el dúo continuó creando, ofreciendo concierto y llegaron nuevos discos; Entre valles y quebradas 1 y 2, Canciones del tiempo de Maricastaña (recopilatorio de canciones del folklore español), Leda y María cantan villancicos. Este último disco es el que marca una importante inflexión hacia la introducción de canciones dedicadas al público infantil.
Ya desde los últimos meses de su permanencia en París, María Elena había comenzado a escribir poemas para niños pero no fue hasta 1958, y tras el encargo de escribir guiones para programas infantiles, en que se fue especializando poco a poco en la producción escénica, literaria y musical destinada a los más pequeños. Este giro en su carrera, sin embargo, no la hizo abandonar al público adulto para el cual creó el espectáculo que giraba en torno a canciones folklóricas argentinas, Juguemos en el mundo, plasmado más tarde en formato discográfico.

En esta etapa llegó también su separación de Leda Valladares y la consolidación de su carrera individual. Pero la censura, impuesta por los militares a partir de julio de 1978, interrumpió la presencia en los escenarios de María Elena. Aún así nada hizo mermar su compromiso ideológico y social, compromiso que marcó su vida hasta el final de sus días.
Recientemente se ha publicado un excelente y muy recomendable documental de Ernesto Ardito y Virna Molina que da cuenta de los detalles biográficos que hicieron de Maria Elena Walsh una artista de proyección internacional.
Para muchos de los niños de la generación de nuestros padres y de la nuestra (la de los nacidos a finales de los ’70, principios de los ’80) las canciones de Maria Elena Walsh formaban parte de nuestra vida cotidiana. Las maestras de educación infantil e inicial (entonces, guardería, jardín de infantes y primeros años de primaria) utilizaban sus canciones para introducirnos en las rutinas cotidianas. Merendábamos con la Canción de Tomar el Té, comíamos con La Reina Batata y nos despertaban de la siesta con la Canción para Vestirse.
Pero sobre todo recuerdo que nos leían (y más tarde leíamos nosotros mismos) sus libros y cuentos infantiles (Zoo loco, Cuentopos de Gulubú -también en versión discográfica-, Cuentopos para el recreo, Chaucha y Palito o Dailan Kifki).
También escuchábamos muy divertidos esas canciones que eran cuentos en sí mismas como La Vaca Estudiosa, El Cisne que Ladra, El show del perro salchicha, La canción de la vacuna o la archi conocida (fue llevada al cine en una película de 1999) , Manuelita la Tortuga.
De más grandes, hacia los últimos años de la primaria y durante la secundaria, nos internamos en la interpretación más profunda de canciones reivindicativas como El Reino del Revés, en El País de no me acuerdo o La Canción del Jardinero, que, hasta entonces sólo habían representado cuentos mágicos para nosotros.
Los primeros poemas para niños de María Elena Walsh son de 1954. Poemas a los que ella misma comenzó a ponerles música. María Elena tuvo ciertas reticencias a subir a los escenarios y cantar pero, motivada por su compañera Leda Valladares asumió el reto y junto a ella realizó sus primeros conciertos y grabó algunos discos (por entonces, en formato LP). Más adelante y ya en solitario consolidó su estilo infantil propio caracterizado por el uso del humor inteligente, la narración de situaciones absurdas y la introducción de elementos de la cultura popular y tradicional. Los discos en esta línea fueron Canciones para mirar, Canciones para mí, El país del Nomeacuerdo y Villancicos.
Mi hermano, 12 años menor que yo, escuchó muy poco cantar a Maria Elena Walsh, pero la conoció gracias a un sinnúmero de grupos que montaban espectáculos casi exclusivamente a partir de sus canciones. Esta tendencia sigue hasta nuestros días en que encontramos muchas versiones muy bien realizadas (otras, no tanto y absolutamente innecesarias) y con instrumentaciones e intérpretes que en cierta forma «actualizan» las canciones estéticamente para sintonizar mejor con los pequeños oídos contemporáneos. Pero este tema (el de las versiones) será objeto de otro post y de una lista de reproducción específica.
Antes de cerrar este artículo, me interesa destacar la labor ideológica y activista que María Elena Walsh llevó a cabo durante la dictadura argentina y, con mayor libertad, durante la re-instauración de la democracia, en defensa de los derechos humanos y, en especial la reivindicación del papel de la mujer en entornos profesionales hasta entonces mayoritariamente masculinos.
Como última sorpresa de este espacio dedicado a María Elena Walsh, comparto este episodio del programa Como hice: La cigarra… emitido por el canal Encuentro de Argentina y conducido por Emilio del Guercio, que trata sobre el proceso de creación de temas musicales emblemáticos de la historia musical del país.
Actualmente, la Fundación María Elena Walsh se preocupa por la preservación y difusión de la obra literaria y musical de la artista poniendo el acento en sus valores éticos y humanitarios. La fundación también ofrece apoyo para el desempeño profesional de músicos, escritores y fotógrafos.
Aquí va mi pequeño homenaje y el reconocimiento a quien fuera una de las artistas integrales más influyentes de latinoamérica que hizo escuela y que sigue presente en muchos hogares del mundo gracias a la vigencia de su mensaje.